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Книги
Maryse Condé

Travesía del manglar

  • Juan Xulzцитирапреди 3 години
    La noche no está hecha para dormir en un lecho como una rueda de carreta sumida en el lodo de un campo de caña. Está hecha para soñar despierta, la noche. Está hecha para revivir las pobres dichas de los días
  • Alicia M. Maresцитираминалата година
    Porque desde que regresó de París no perdía la oportunidad de contar que estaba trabajando en una novela. ¿Entonces, un escritor es un holgazán, sentado a la sombra de su porche, que ve fijamente la cresta de las montañas durante horas, mientras los demás sudaban sus sudores bajo el caliente sol del Buen Dios?
  • Rafael Narvalцитираминалата година
    De pronto, le pareció que se asfixiaba bajo los grandes árboles y soñó con una tierra donde el ojo no chocara contra los cerros, sino que siguiera la curva ilimitada del horizonte. Una tierra donde, se dijera lo que se dijera, no importara el color de piel.
    Una tierra tierra, fértil para labrar.
  • Rafael Narvalцитираминалата година
    Desgraciadamente, olvidaba que el Eterno sólo rumia la venganza.
  • Rafael Narvalцитираминалата година
    Por eso sabía vagamente que un hijo sin madre es el diablo en la tierra.
  • Belem EAцитираминалата година
    Qué es Guadalupe hoy, eh? ¡Si ya no hay caña, ya no hay Guadalupe
  • Belem EAцитираминалата година
    Salió un adolescente con la cara cerrada como celda de prisión. Les gritó a las bestias, “¡shu, shu!”, y los monstruos retrocedieron ante algo más violento que ellos
  • Belem EAцитираминалата година
    Qué fuerza había sido más poderosa que esos años y años de costumbre
  • Cristinaцитираминалата година
    “AL PARECER LOS HOMBRES GUARDAN EN EL HUECO DE LA cabeza un dejo de sinrazón. Ni la instrucción ni la educación acaban con ella. He ahí un hombre que no tenía nada que temer y que murió por miedo a su muerte”.
  • Alicia M. Maresцитираминалата година
    Esa noche ni siquiera sopló la brisa. La noche era tan clara como el gran día. La luna se contemplaba la cara regordeta en el espejo de charcos y ríos. Los sapos, con medio cuerpo hundido en el lodo, se empecinaban en exigir agua, siempre agua. Moïse chupaba su pipa en la hamaca. No eran las ganas de un cuerpo de mujer las que lo atormentaban, como cada noche. Eran esos sueños que echaban raíces
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