—No. —Fue un sonido áspero, autoritario—. ¿No querías saber si estaba vivo?
Todavía sosteniéndome los brazos, impulsó las caderas hacia arriba y, con ese movimiento, mi cuerpo se ajustó perfectamente al suyo. La dureza sobre la que estaba sentada hizo que los colores y las cosas locas se quedaran suspendidas en el aire, desvaneciéndose. Más que nunca fui consciente de su presencia, de su atractivo aroma, de que me superaba en tamaño, de que estábamos en contacto, en una cercanía peligrosa.
—¿Te parece que lo estoy? —me preguntó en un susurro ronco.
👁️🫦👁️