Abro la puerta y lo que veo me paraliza. Emma está de pie, con las manos en su panza y un charco de sangre alrededor.
—No puede ser… —balbucea. Está pálida.
Theo corre hacia ella y toma su cara entre sus manos, preocupado hasta la médula.
—Ve a buscar el auto —le grito y él reacciona.
Me acerco a Emma y le pregunto si puede caminar hasta la calle, pero ella no responde. La tomo en brazos y la alzo.