La primera encíclica del Papa Francisco, en la que señala, entre otras consideraciones, que es urgente recuperar el carácter luminoso de la fe, capaz de iluminar toda la existencia del hombre: «La fe que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como la luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo… que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro “yo” aislado, hacia la más amplia comunión.