Existen momentos en la vida similares a una tormenta: son difíciles y no tienen la costumbre de avisar. Simplemente llegan y se plantan a la puerta de nuestro corazón para quitarnos la paz, la alegría y la felicidad. Vienen en forma de enfermedad, de crisis económica, de crisis familiar, de muerte de seres queridos, de tentaciones oscuras, etc.
Dios permite esas visitas de una “tormenta” porque sabe que por medio de ella cada uno de nosotros puede crecer de gloria en gloria. Si logramos resistir y confiar, saldremos transformados por el poder de Dios y así le daremos gracias por permitir la visita de una maestra en nuestra vida.