Tardo apenas un instante en darme cuenta de que es exactamente el beso que nos habríamos dado si hubiéramos dado el paso cuando teníamos quince años. Un beso tímido y dudoso, un beso casi vergonzoso, pero lleno de una dulzura que me calienta el corazón dentro del pecho. Sus labios no son los primeros que beso, al igual que está claro que los míos no son los primeros que besa él, pero hay algo en el beso que sabe a esa timidez de entonces, a esa inexperiencia que fue nuestra perdición.