No puedo seguirlo hasta allí, donde está eso, el lugar de las heridas, somos también sin el otro. Encontrarnos allí sería entrar en la oscura furia de los extraños. Pero he acumulado una especie de paciencia, creo, vagamente parecida a tener cambio. Puedo sentir el tintineo de sus monedas. Voy a esperar a Daniel, creo: dejarlo ir y hartarse, confundirse, correr por el bosque oscuro de sí mismo. ¡El amor es perenne como la hierba! Voy a esperarlo, mi corazón en epílogo, tejer y destejer, tal vez como siempre ha sido. Voy a esperar hasta que no pueda esperar más.