Este Boca es mío

Un resumen posible es que estoy enamorada de mi equipo y pocas cosas son más desmesuradas y movilizantes que enamorarse. Es algo excesivo, absurdo. En tiempos en que la fidelidad ya no es un valor y cualquier vínculo puede volverse efímero, ser de Boquita -Cupido adora los diminutivos- es un compromiso incondicional, dispuesto también al sufrimiento y la renuncia.

De todos los registros del paso del tiempo el fútbol es uno de los más fieles,

En distintos momentos históricos, muchas culturas llamaron a otros pueblos “los mudos” porque no creían que un idioma distinto al suyo fuese realmente un lenguaje.

Una identidad elegida, feliz, que me da una certeza para llevarme a la tumba

Incorporamos actitudes, memorizamos cantos, ejercitamos el sutil arte gestual de desacreditar al contrario. ¿Que nos masculinizamos? Puede ser

Pero mi atención estaba en otra parte, o más bien en otro tiempo, porque volvía a la cancha parte de la única formación de Boca que siempre voy a saber de memoria: Córdoba, Ibarra, Bermúdez, Samuel, Serna, y también los que llegaron poco después, Cascini, Delgado, Battaglia.

En tiempos en que la fidelidad ya no es un valor y cualquier vínculo puede volverse efímero, ser de Boquita -Cupido adora los diminutivos- es un compromiso incondicional, dispuesto también al sufrimiento y la renuncia.

Lo impensable ahora era un hecho. En la pantalla se leía claro: “River se fue a la B”. Click. No más superclásicos, no más partidos en Núñez los domingos. River pasaba a jugar los sábados, contra clubes chicos, contra antiguos grandes caídos en desgracia, contra ignotos. En suma, contra otros.

Como dice el cantito: El día que me muera / yo quiero mi cajón/ pintado azul y oro /como mi corazón.

Un resumen posible es que estoy enamorada de mi equipo y pocas cosas son más desmesuradas y movilizantes que enamorarse.