OCTAVA llave de la Puerta Dorada: lo que fuiste, tuviste, gozaste o padeciste, ya ocurrió; lo que pudieras ser, tener, gozar o sufrir en el futuro, aún es nada; en el momento de morir, la vida te quita sólo el instante que traes puesto: un parpadeo biológico, un segundo casi inconsciente. Es casi nada lo que la muerte te quita, y todo lo que la propia vida va gastando y de lo que no nos quedan sino quimeras y fantasías. El miedo a la muerte consiste en el engaño de suponer que uno es, tiene, goza, sufre lo que ya pasó; o que uno está perdiendo lo que sólo en la imaginación se promete para un tiempo que no ha pasado: que no existe todavía. Al momento de partir uno se va sin perder nada: igual de desnudo que vino; tan vacío de individualidad humana como un recién nacido y, como éste, tan pleno de cosmos.