la cuestión ya no consiste en creer o no creer, la cuestión, a veces, consiste en poder atravesar la noche entera sin querer clavarte un lápiz en el ojo. ¡Pobre Elvia María! Su ojo de vidrio parecía una canica y había algo bello en él, algo vivo, pero ella, extraviada y estrábica, no podía verlo.