Tres veces la mujer de gris

Qué días tan tristes aquellos para los niños, pensó el viejo, que no habían vivido mucho, que no sabían que por mucho que lloviese, por muchos días que amanecieran fríos y grises, al final, si se tenía paciencia, siempre salía el sol.

Pero los sueños son a veces traicioneros y sacan a la luz las cosas que por el día tratamos de olvidar: los pensamientos que apartamos como mosquitos porque nos incordian o porque no sabemos cómo asumir.

Con el vértigo que le produjo observar que el dolor de un niño podía ser tan hondo y profundo como el de un adulto.

–Pero ¿sabes qué? –continuó el viejo–. Hay un sitio donde las personas que han muerto siguen existiendo. Ese sitio es nuestra memoria. De eso sí puedes estar seguro. Ya sé que ahora no te parece mucho consuelo; pero cuando pase el tiempo y el dolor se haya ido, lo entenderás. Recuerda a Julio, cómo era y cómo te divertías con él, y eso siempre estará contigo. Eso nadie te lo puede quitar.