Gracias a Dios, mi hermano triunfó, se casó, tuvo siete hijos, pero su carácter, a pesar de ponerse por propio deseo en manos de buenos especialistas, se agriaba cada vez más, hasta que terminó viviendo solo, luego de haber dado estudios profesionales a sus hijos.
Con frecuencia, él me preguntaba cómo le había hecho yo para lograr salirme con mi sueño de ser poeta, y yo le explicaba que le robaba muchas horas al sueño y que siempre me propuse esperar. Sergio habría sido un gran médico, amaba sus enormes libros de medicina que leía en toda oportunidad. Sus gustos por la música, la pintura, la historia, la novela; su ropa y la de mi cuñada, eran exquisitos. Sin embargo, fue cayendo poco a poco en el abandono; se acabó el tiempo en que se hacían los relojes con fornituras y aparecieron los relojes de pilas. Al poco tiempo mi hermano murió, a veces pienso que de una profunda tristeza.