Algunos seres humanos son personas faro, no se pueden apagar y dejarnos a los demás sumergidos en las tinieblas. Y sin embargo lo hacen. Repentinamente se llevan consigo toda la luz, todo el calor, y nos quedamos condenados a vivir ese invierno, congelados en una glaciación que no solo resulta atemporal, sino también absurda; nos dejan sin mapas de la oscuridad, sintiéndonos abandonados a nuestra propia suerte (la muerte es solo la suerte con una letra cambiada canta irónico Sabina).