Todos los enemigos de Israel, ucranianos, polacos, alemanes, árabes, británicos, sacerdotes, efendis, bolcheviques, nazis, la multitud de antisemitas que pululan por todo el mundo, eran descritos en Versos de vida y muerte como criminales sin corazón que solo conocen la insolencia, el rencor y la alegría por la desgracia ajena. Mientras que los demonios de casa, como las organizaciones de disidentes, los comunistas, los opositores a la Histadrut y los adversarios del yishuv1 organizado, aparecían en los versos de Bet Halahmi como descerebrados, gente insignificante e incluso retorcida. Sobre todo aborrecía con todas sus fuerzas la bohemia que imita las maneras de París y de Hollywood, le repugnaban todos esos intelectuales cínicos y desarraigados que solo saben bromear, burlarse y pinchar, ellos y su palabrería sobre el arte moderno, que en su totalidad no es más que el traje nuevo del emperador en potencia.