Julia Quinn

Primero llegó el escándalo

Уведоми ме, когато книгата е добавена
За да прочете тази книга, качете я във формат EPUB или FB2 в Bookmate. Как се качва книга?
  • Alexaцитираминалата година
    El momento no tuvo nada de romántico, nada que le robara el aliento, ni que le desbocara el corazón ni nada de esas tonterías.
    Hasta que ella sonrió.
    Y se quedó sin respiración.
    Se le desbocó el corazón.
    Y sintió todas esas tonterías.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —¿Por qué sonríes? —le preguntó él cuando apareció en la puerta.

    —Porque estaba pensando en ti.

    —¿En mí? Espero que sea por algo bueno.

    —Estoy sonriendo.

    —Pues sí. Perdóname por no haberlo captado.

    Georgie cruzó la pequeña estancia y se puso de puntillas para darle un beso.

    —Solo estaba pensando que este es mi lugar —le dijo—. Aquí —continuó antes de darle un beso en la otra mejilla—, contigo.

    —Eso podría habértelo dicho yo —murmuró Nicholas, que inclinó la cabeza.

    Y en esa ocasión fue él quien la besó.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —¡LA JOVEN NO RESPIRA!

    ¿La joven?

    Nicholas se puso en pie. Primero lo hizo despacio, mientras el cerebro se le coordinaba con las piernas.

    ¿La joven?

    En la universidad no había mujeres. Nunca entraban mujeres, salvo cuando…

    Cuando lo hizo Georgie…

    Echó a correr.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —Puedo esperar —le aseguró él. La besó en la nariz, después en los párpados cerrados y por último en la boca—. Amor mío, por ti puedo esperar una eternidad.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —¿De verdad? ¿No tienes nada más que hacer?

    Tenía un sinfín de cosas que hacer. Todavía estaba atrasado en sus estudios, y tenía que prepararse para la reunión que había concertado con uno de sus profesores para finales de esa misma semana, pero solo veía la cara sonriente de Georgie. Su esposa estaba allí, y quería pasar tiempo con ella.

    —Nada que no pueda esperar —le dijo—. Ven. Vamos a firmar el contrato de arrendamiento. Luego nos divertiremos.

    Georgie aceptó su mano y sonrió, y a él lo asaltó un recuerdo de repente. Cuando estaban atendiendo a Freddie Oakes y ella le sonrió, y él deseó bajar el sol del cielo y ofrecérselo en una bandeja.

    Todavía seguía sintiendo lo mismo. Bastaba una sonrisa de Georgiana para que se sintiera capaz de hacer cualquier cosa.

    Fuera lo que fuese.

    ¿Era eso amor? ¿Ese sentimiento desquiciado y embriagador, esa sensación de infinitas posibilidades?

    ¿Era posible que se hubiera enamorado de su esposa? Parecía demasiado rápido, demasiado pronto, y sin embargo…

    —¿Nicholas?

    La miró.

    —¿Pasa algo? —preguntó ella—. Parecías estar muy lejos de aquí.

    —No —le contestó en voz baja—. Estoy aquí. Siempre estaré aquí.

    Ella frunció el ceño, confundida, algo por lo que no podía culparla. Lo que decía no tenía sentido. Sin embargo, al mismo tiempo, tuvo la impresión de que el mundo acababa de cobrar sentido.

    Tal vez aquello fuera amor.

    Tal vez.

    Probablemente.

    Sí.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    El viaje al norte había sido glorioso. No les había importado que Cabeza de Gato maullara la mitad del tiempo o que el enamoramiento de Sam por Marcy (¿o era Darcy?) no fuera correspondido, para ser correspondido después, y luego ya no, y un poco más tarde… En fin, la verdad era que no tenía ni idea de lo que había pasado, solo sabía que había sido todo muy dramático y que la historia acabó con la señora Hibbert echándole a su hija un sermón de los que hacían época, aunque luego descubrió que había regañado a la muchacha que no era.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —Siempre hay una primera vez para todo el mundo.

    —Pero… pero… —Aquello no tenía sentido. Los hombres de su posición disfrutaban de sus locuras de juventud antes de casarse. Eso hacían. Así era como aprendían. ¿O no?

    —¿Te importa que seas la primera? —le preguntó Nicholas.

    —¡No! —¡Por Dios! Lo había dicho con más énfasis del que pretendía—. No, en absoluto. Solo me sorprende.

    —¿Por mi pasado de granuja? —le preguntó él, que frunció el ceño e hizo una mueca burlándose de sí mismo.

    —No, porque eres bueno en esto.

    Nicholas esbozó una sonrisa traviesa de oreja a oreja.

    —Así que crees que soy bueno, ¿eh?

    Georgie se cubrió la cara con las manos. ¡Por Dios! Le ardían tanto las mejillas que temió quemarse las palmas de las manos.

    —No he querido decir eso.

    —¡Ah! Yo creo que sí.

    Separó el índice de los demás dedos de la mano derecha, creando un espacio con forma de «V» a través del que lo miró.

    —¿Tal vez solo un poco?

    —¿Solo un poco bueno? —se burló él—. No puede decirse que sea un cumplido.

    —¿No te das cuenta de lo avergonzada que estoy?

    Él asintió con un gesto solemne de la cabeza.

    —Y no te remuerde la conciencia.

    Nicholas asintió de nuevo con gesto solemne.

    —Ni un poquito.

    Ella unió los dedos de golpe.

    —Georgie —murmuró él mientras le apartaba las manos de la cara con cuidado—, si como dices soy bueno en esto, se debe a que estoy con la persona adecuada.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —¿Viajarás hoy con nosotros? —quiso saber Georgie.

    Nicholas le dirigió una mirada larga y penetrante a la doncella.

    —Esto… Mis cosas están aquí —dijo Marian, que señaló con nerviosismo una bolsita que descansaba en el asiento posterior.

    Una. Mirada. Larga. Y. Penetrante.

    —Pero puedo ir en el otro carruaje —se apresuró a decir Marian.

    Nicholas le hizo un gesto casi imperceptible con la cabeza a la doncella.

    —¿Estás segura? —le preguntó Georgie—. Creo que el gato se comportará mejor que ayer.

    —Yo… Esto…

    Nicholas no apartó los ojos de la cara de Marian. Ella, a su vez, se esforzaba por no mirarlo.

    —Creo que… Creo que es mejor…

    Marian lo miró a los ojos sin querer. Nicholas enarcó las cejas.

    —Me gustaría conocer mejor a la señora Hibbert —soltó Marian—. Y a Marcy y a Darcy.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —Un momento. —Miró detrás de él y dijo—: ¿Podría alguien darme al gato?

    No había duda de a qué gato se refería. Uno de los mozos de cuadra recuperó la cesta de Cabeza de Gato y se la entregó a una de las sirvientas, que se la entregó a Georgie.

    —Estaré lista dentro de un momento —dijo. Después cerró la portezuela.

    Nicholas miró a Jameson. El lacayo sonrió.

    ¡MIAUUUAAAUUU!

    Nicholas frunció el ceño. Eso no sonaba muy bien. Tampoco podía decirse que algún sonido procedente de ese gato sonara bien, pero eso sonaba peor que de costumbre.

    ¡MIIIIIIAUUUIIIAUUU!

    Miró a Jameson de nuevo.

    —Si no abre la portezuela en cinco segundos, voy a entrar.

    Jameson se estremeció.

    —Buena suerte, señor.

    Se oyeron ruidos de forcejeo, seguidos de otro maullido, algo más apagado. Nicholas respiró hondo. Era hora de salvar a su mujer.

    MIIIAA… Miiiii…

    Miau.

    Nicholas se detuvo en seco. Eso sonaba casi…

    ¿Feliz?

    Miau.

    —Lo ha conseguido —dijo Jameson, con un deje que solo podría describirse como reverente.
  • Ivanna Peñaloza Acevedoцитирапреди 2 години
    —Londres no está infestado por la peste —masculló Nicholas, que salió corriendo tras Marian antes de que provocara una revuelta.

    —¿Ni siquiera un poquito? —preguntó la doncella.

    —¿Quieres que lo esté? —replicó él, un poco desconcertado por el deje esperanzado que detectó en su voz.
fb2epub
Плъзнете и пуснете файловете си (не повече от 5 наведнъж)