Casarse, vender su casa de huéspedes, dar el brazo a esa delicada flor de la burguesía, convertirse en una señora de calidad en el barrio, pedir a la puerta de la iglesia para los pobres, hacer pequeñas excursiones los domingos a Choisy, a Soissy, y a Gentilly; ir al teatro cuando quisiera, a palco sin tener que esperar las en tradas de favor que a veces le daban sus huéspedes, en el mes de julio; soñó con todo ese Eldorado de los modestos hogares parisienses.