Todos ellos eran como los que mueren de sed en el desierto. Los que creyeron acaparar el agua del pozo, fresca en el acetre. Pero al acercarla a su boca, como granada que revienta de fruto y liquen, se dieron cuenta de no poseer de ella más que su ausencia. A semejanza del poeta, es lo que cuenta en el relato con algunas esquirlas de la mujer que había leído a Kafka, Juan Rodríguez Ruiz.