Robar la historia

ay en esas presencias teóricas subterráneas un conflicto latente, una multitud de genealogías inarticuladas y potenciales. Más allá de meros nombres, estas nociones aparecen como la prueba de que hay algo irreducible –un cruce discordante de historias que señalan formas divergentes de vivir y construir la contemporaneidad–: su capacidad de desplegar otros tiempos.

el conceptualismo como estrategia creó un quiebre en la apreciación de todo arte y en el comportamiento del artista, no importa en qué geografía se encuentre»

Es hacer salir la cosa toda de su cauce y desmontar los modos establecidos de pensar un detrás y un delante, generando maneras de permitir que aquello excluido impugne eventualmente la estabilidad del consenso y traiga de vuelta las partes de un conflicto irresuelto.

Una obra que sea esencialmente la misma que una obra realizada por cualquiera de los primeros artistas conceptuales, fechada dos años antes que la original y firmada por otra persona

considero formas cartográficas o diagramáticas que operan en tensión con los recientes procesos de historización del llamado «conceptualismo latinoamericano».

reafirma un estereotipo del arte subversiv

onsiderar la dimensión política del arte desde la figura del militante, o incluso de la lucha armada.

Luis Camnitzer establece dos coordenadas claves para leer el «conceptualismo latinoamericano»: el grupo guerrillero Tupamaro en Uruguay a fines de los sesenta, y la experiencia de ruptura que deviene en Tucumán Arde en 1968

esta exposición intentaba sugerir una cartografía totalmente distinta basada en el análisis de los procesos de legibilidad institucional, sus producciones discursivas, reconversiones económicas, formatos expositivos y editoriales, evidenciando sus tensiones e interrelaciones.

fotografías, afiches, catálogos, escritos y manifiestos de los distintos momentos de la vanguardia argentina, junto a producción gráfica, imágenes y otros documentos de experiencias que cruzaban arte y política en otros contextos