Este segundo Diario de Krishnamurti ha sido uno de sus libros más populares. Se inicia en 1973, y casi todas las anotaciones comienzan con una descripción de la naturaleza, seguida por un pasaje de su enseñanza, y revelando siempre el movimiento de su conciencia, día a día. En sus propias palabras:
«Lo escribí a modo de diario mientras viajaba… pero no lo escribí para ser publicado. En él describo lo que llamo “el proceso”; o sea mi sensación de estar fuera del mundo cotidiano, de estar completamente en paz y alejado del conflicto. Esto sólo sucede de vez en cuando y, obviamente, es imposible describírselo a alguien que no lo haya experimentado. Pero he intentado expresar en palabras el dolor y la sensación que de hecho acompañan a ese estado intensificado de conciencia. No obedece a un propósito romántico. Si uno lleva cierto tipo de vida disciplinada y tranquila, entonces libera cierta energía -eso es un hecho científico— y esto afecta a la parte no mecánica del cerebro de manera que uno penetra en otra dimensión. El organismo físico es incapaz de aguantarlo y por eso se siente el dolor. No estoy sugiriendo que todo el mundo debiera intentar llegar a esto, pero para algunas personas que han estado siguiendo mis pensamientos e ideas puede resultarles de interés saber lo que sucede en un nivel más personal.» -De una entrevista en The Guardian
Pero no todo el libro son anotaciones directas de Krishnamurti, escritas de su puño y letra, pues en 1982, cuando a la edad de ochenta y siete años quiso reanudar su diario, encontró que el acto de escribir le resultaba agotador; de ahí que decidiera aceptar la sugerencia de dictar sus percepciones a un grabador magnetofónico. Quizá por ello en estas páginas el lector se sienta muy próximo a Krishnamurti. El último pasaje, y tal vez el más bello, trata de la muerte. Es la última ocasión en que escucharemos a Krishnamurti hablándose a sí mismo. Dos años después moría en el mismo dormitorio de «la Cabaña de los Pinos».