Tenía que llegar a reconocer que la conciencia primaria de Leto operaba a la manera Fremen y que, como las pavorosas máquinas de aquella visión apocalíptica, el predador podía seguir a cualquier ser que dejara una huella.
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Lucha contra la oscuridad, Siona! Esto era algo que los Atreides sabían hacer muy bien. Pelear para salvar la vida. Y
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Tú eres una Atreides, ingeniosa, con recursos, y capaz de mantener un pensamiento independiente. Te comportas con franqueza simplemente por amor a la verdad, como bien ves.
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tras varias hojas mostraban dibujos de mapas y esquemas y otras, en fin, se hallaban garabateadas con los negros trazos de la escritura a pincel que caracterizaba el inconfundible estilo de la Bene Gesserit.
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él tardó casi un minuto en darse cuenta de que se había puesto a escucharle.
—¿Qué oyes? —preguntó.
—Un sordo rumor en vuestro interior.
—El fuego jamás se apaga del todo.
Eso pareció interesarla. Se apartó de su lado y, dando un rodeo, fue a colocarse ante su rostro.
—¿Fuego?
—Todos los seres vivientes llevan un fuego en su interior; algunos son muy lentos. otros muy potentes. El mío es más violento que casi todos los demás
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Las pasiones Atreides siempre fueron impetuosas, incluso a expensas de la razón
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—Aquellos Fremen de los viejos tiempos estaban vivos, magníficamente vivos —dijo él—, y su interés por la belleza se limitaba exclusivamente a lo útil. No conocí jamás a un Fremen avaricioso
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—¿Arena? —repitió.
—Arrojar arena es un gesto muy profundo. Quiere decir: “Compartimos la misma carga. La arena es nuestro único enemigo. Esto es lo que bebemos. La mano que coge arena no puede empuñar un arma”. ¿Entiendes esto
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La costumbre Fremen era tratar a la gente alejada con hostilidad hasta que arrojaban arena al aire
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Le habló entonces de la danza matrimonial de las mujeres Fremen, cuyos pasos se inspiraban en la rapidez de los torbellinos de arena