El fin del viaje

Quisiera dormir seis meses, hibernar en un sopor narcótico: despertar con la memoria limpia de toda acusación, libre para siempre de los ojos de los criminales, de los asesinados

Odio viajar. No se puede hacer nada más que pensar.

Son las mejores, diría él, como si desde siempre le alcanzara con recibir esa ternura indiscriminada y primitiva

–Una sola cosa –dijo–. ¿Por qué mentís? Ella se movió apenas y le miró la cara.

–Para no aburrirme en los viajes –dijo, y empujó la puerta de vidrio con el cuerpo.

Viajó mirando las calles que se abrían como túneles

que siempre me has querido y nunca me juzgaste

instintivo a ligarnos con quien expresa nuestros mismos defectos, nuestro «modo de ser», etc.

Si es cierto que uno tiene que adaptarse a su contrario, leyó al azar, si ésa es la «ley de la vida», esto se debe a que sentimos un horror instin‍

Estoy en un bar frente a la clínica.

Desde acá puedo ver la entrada de la clínica, escribió ahora