Así como Dios me ha permitido presentar en la Feria Internacional del Libro 2019 el libro que titulé “El Sentido de la vida”, hoy me da la bendición de publicar “La Ansiedad y nuestros interrogantes”.
Vivimos en un mundo muy desordenado en el cual las personas viven bajo el influjo de una ansiedad flotante. Al cronificarse este modo de vivir, «el sentimiento de prisa y preocupación», hace lo suyo: roba el presente real y tensa hacia un futuro irreal, lo cual genera que, frente a las aspiraciones trascendentales que cada persona posee, se busquen caminos, salidas que no son siempre Jesucristo el Señor.
Esta misión predicativa de más de treinta y dos años consecutivos posibilitó que fuera y siga yendo a tantas comunidades eclesiales de sacerdotes, religiosos, monjas y laicos en las que dejo semillas del kerygma. En ellas no solo predico, sino que escucho. La escucha, incluso, me permite aseverar esta verdad que sostengo: es improbable renunciar a una cierta ansiedad en medio de la construcción del Reino y de la vida consagrada. Son muchos los “frentes abiertos” que debemos afrontar… Por eso, es ineludible pensar que la ansiedad no afecta a los bautizados.
Entiendo que no todas las personas tienen quienes las guíen en una espiritualidad profunda de modo que les permita «descargar sus inquietudes en el Señor, ya que él se encarga de nosotros» (1 Pe 5, 7).
No permitamos que la ansiedad logre ser huésped de nuestra alma, sabiendo que ella descansa en Dios (Salmo 62). La presencia viva de Cristo Resucitado en el alma de un bautizado, junto con la formación interdisciplinaria como la que habitualmente compartimos en mis predicaciones, ayudan notablemente a reorganizarse interiormente y a encauzar por caminos evangélicos los desafíos positivos y negativos que debemos afrontar cada día. Asimismo, doy gracias a Dios por ver a tantos hermanos «animados por el Espíritu» (Rom 8, 14).
Sé que este compilado de predicaciones favorecerá a quienes profundicen a la Luz del Espíritu los contenidos de este libro. Agradezco al Padre, en la persona de Jesucristo por la edición de mi Segundo Libro. También al Pueblo de Dios (sacerdotes, religiosas y laicos) que tanto entusiasmo mostró y muestra ante la posibilidad que la Divina Providencia suscita al poder editar predicaciones que con distintos matices contribuyen a superar y/o a sanar, en el sentido de ordenar situaciones, conflictos, desafíos que nos toca vivir socio cultural-política, económica y éticamente en nuestros días.
A la Virgen expreso mi gratitud sincera ya que desde agosto de 1987 me acompaña y guía en este Itinerario permanente del Anuncio de la Palabra y la doctrina de la Iglesia.
«Felices somos porque lo que agrada al Señor se nos ha manifestado» (Baruc).