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Rosario Castellanos

Los convidados de agosto

  • Ivana Melgozaцитирапреди 2 месеца
    Yo amaba a Estela con la misma falta de orgullo con que ella amaba al otro. Yo la habría perdonado…
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    De hoy en adelante Romelia ingresaría en el gremio de las mujeres que nunca dicen “yo quiero” o “yo no quiero” sino que siempre dan un rodeo, alrededor de un hombre, para llegar al fin de sus propósitos.
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    De este paraíso infantil no la expulsó la disciplina del colegio (porque cada año los mayores aplazaban para el siguiente su inscripción), ni la indiferencia de ninguno de los que la rodeaban, ni la traición de alguien solicitado o por asuntos más urgentes o por efectos más exclusivos. Lo que destrozó el mundo de Romelia fue algo a lo que no pudo siquiera enfrentarse porque no era capaz tampoco de comprenderlo: la muerte.
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    Don Evaristo sabía que la mejor manera de vencer las resistencias de su amigo no era argumentando sino poniendo ante sus ojos nombres, figuras, encarnaciones vivas, en fin, de la posibilidad.
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    Para entender mi desgracia yo no iba a remontarme a las causas primeras. No, yo iba a reconstruir, con la ayuda de la memoria, todos los elementos que intervinieron en la situación. Yo iba a ordenarlos y a volverlos a ordenar hasta que cada uno de ellos quedara en el sitio que le correspondía, como las piezas de un rompecabezas, y hasta que la totalidad adquiriera ante mis ojos una coherencia y un sentido. Porque, ya se lo he dicho más de una vez, padre: mi pasión dominante es la lógica.
  • Ivana Melgozaцитирапреди 2 месеца
    Las cosas ya no sólo no le eran hostiles, pero ni siquiera extrañas. Constituían señales amistosas, presencias cordiales. Iba a su encuentro con un placer anticipado y las disfrutaba plenamente.
  • Ivana Melgozaцитирапреди 2 месеца
    Y así, al través de esta contemplación distante y que no se atrevía a penetrar más allá de la superficie de lo visible, don Carlos iba rescatando de las profundidades de su memoria a ese pueblo que, durante su infancia, se llamó inocencia, avidez, felicidad acaso. Y nostalgia en los años de destierro de su juventud y fervor en el retorno y catástrofe y duelo en la madurez.

    Sin embargo, poco a poco, de una manera que al mismo don Carlos fue pasando inadvertida, el duelo comenzó a quebrantarse. Tal vez la grieta se abrió con la primera palabra no indispensable que dirigiera a doña Cástula. Y después la respiración de la angustia fue haciéndose más ancha y regular; la modulación del lamento ensayó otras escalas; la imaginación comenzó a emanciparse de ciertas figuras que hasta entonces lo habían obsesionado, para dar acogimiento a otras, a todas.
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    Cuando el hombre le preguntó con quién o quiénes había venido a la corrida, Emelina respondió, con ese aplomo con que ha de respaldarse lo inverosímil, que sola.
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    ¡Qué delicioso era abandonarse así al placer y al peligro! Porque un grado más, un mínimo grado más de inconsciencia, bastarían para hacerla resbalar hasta el fondo y ahogarse.
  • Ivana Melgozaцитирапреди 2 месеца
    Las palabras fluían de su boca con la misma falta de voluntad con que las lágrimas resbalaban de sus ojos.
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