La señora duerme o eso le parece: toca el hombro con levedad, la punta de los dedos de la mano derecha –la izquierda posada sobre la mano fría– tocando el hombro, primero tanteando, luego insistiendo; la mujer no reacciona. María la llama, doña Sisi, un susurro por si duerme y la despertase, luego insiste, repite Sisi, repite Sisi, y el nombre se transforma en una conjunción de deseo: María no quiere que suceda lo que cree que ha sucedido.