La invasión del pueblo del espíritu

Al fin y al cabo, el tiempo y el espacio son lo mismo.

Sus razones tendrá, pero no podemos saberlas, porque no nos fue dado acceder a él, a sus pensamientos y motivaciones. Si lo acompañáramos a él, en lugar de a Gastón, estaríamos contando otra historia, una totalmente distinta, pasarían muchas menos cosas, habría menos personajes y a estas alturas ya nos estaría dando un ataque de claustrofobia.

hay una sociedad de «seres desconocidos» que conduce en secreto los asuntos del mundo, que controla este experimento llamado vida en la Tierra, a quienes otros denominan «agentes desconocidos» o «superiores desconocidos

aunque la verdadera explicación habría que buscarla más allá de esa calle o del barrio (precariedad, crisis económica, distorsión del territorialismo, hormonas del miedo).

En qué planeta vives, se repite Gastón, y hay tanta violencia, tanta voluntad de exclusión en esa pregunta, que parece una amenaza de desalojo: aquí no cabes; vete a vivir a otro planeta. Gastón tira de la correa de Gato, rodea al cordillerano y se aleja.

pero antes de que diga nada también recuerda que es inútil razonar con gente que utiliza el paisanaje como forma de aproximación o argumento, así que mejor se lo calla

–Es diferente –responde el abogado–, tenemos un pasado común, hablamos la misma lengua. ¿De dónde eres tú?

Dice que representa a un grupo de comerciantes y vecinos que se está organizando para hacer frente a la invasión que está sufriendo el barrio.

Gastón le explica que, por si no lo sabía, también Max y él llegaron de otro lugar. Y que el restaurante en cuestión servía comida típica de la tierra donde nació su amigo

–Soy conosureño –contesta Gastón.
–¿Lo ves? –exclama el abogado–, somos pueblos hermanos, nosotros nunca olvidamos las Colonias