—El ministro de Justicia—le respondió el cadí.
—Y por encima del ministro, ¿quién está?
—El gran visir.
—¿Y por encima del gran visir?
—El sultán, que Dios le conceda larga vida.
—¿Y por encima del sultán?
—El Profeta.
—¿Y por encima del Profeta?
—¡Dios!
—¿Y por encima de Dios?
—¿Por encima de Dios? Nada.
—¡Ahí lo tienes, yo soy nada!—dijo Hodja.
Y entre una cosa y la otra, el pueblo cuenta anécdotas y de ese modo saca un poco de su pesar