Más que una crisis, estamos viviendo un proceso irreversible. La Tierra ha cambiado. Ya no podemos detener el cambio climático; sólo nos queda reducir su velocidad. Hemos llegado a un punto en que las bases de nuestra sobrevivencia como especie humana están amenazadas. Sin embargo, esta amenaza no viene de un meteoro rasante como el que en otros tiempos diezmó a los dinosaurios, sino de algo más inmediato y cotidiano: de las acciones humanas, tan irrespetuosas con los ritmos de la naturaleza y con la dinámica de la Tierra. Hemos llevado hasta tal punto nuestra voracidad que las bases de nuestra sobrevivencia como especie humana están amenazadas.
Nuestro planeta, ese super organismo que se autorregula para mantenerse vivo y producir lo que necesitamos para vivir, está siendo diezmado. Necesitamos devolverle el equilibrio perdido y, para que la vida y la civilización puedan salvarse, debemos cuidar este planeta como cuidamos a nuestras madres.