Rey Mono

—Maldito demonio —dijo Mono—; por lo visto, es verdad que careces de ojos. Dices que soy pequeño y no ves que puedo hacerme tan alto como quiera. Dices que estoy desarmado, sin saber que estas dos manos podrían arrastrar la luna desde los confines del cielo.

—Maestro, tengo mis defectos, pero no te olvides de mis virtudes. Tengo mis abazones, algo de lo que los seres humanos normales carecen; debería tomárseme en cuenta.

Cuando eso esté hecho, sé aquello que desees, buda o inmortal.

Cuando eso esté hecho, sé aquello que desees, buda o inmortal.

—Lo que has aprendido conservará tu apariencia juvenil y alargará tu vida —respondió el patriarca—, pero al cabo de quinientos años el cielo mandará un relámpago que acabará contigo, a menos que tengas la sagacidad de evitarlo. Después de otros quinientos años el cielo mandará un fuego que te devorará. Es un fuego de una clase peculiar. No es fuego común ni fuego celestial, sino que surge desde dentro y consume las tripas, reduciendo toda la complexión a cenizas, con lo cual tus mil años de perfección habrán sido en

—Debe de haber un error —dijo Mono, consternado—. Entendí que los secretos que he aprendido me harían vivir para siempre y me protegerían del fuego, del agua y de toda clase de enfermedad. ¿A qué tres calamidades te refieres ahora?

que has aprendido conservará tu apariencia juvenil y alargará tu vida —respondió el patriarca—, pero al cabo de quinientos años el cielo mandará un relámpago que acabará contigo, a menos que tengas la sagacidad de evitarlo. Después de otros quinientos años el cielo mandará un fuego que te devorará. Es un fuego de una clase peculiar. No es fuego común ni fuego celestial, sino que surge desde dentro y consume las tripas, reduciendo toda la complexión a cenizas, con lo cual tus mil años de perfección habrán sido en

Últimamente mi naturaleza espiritual ha estado en ascenso y mis fuentes fundamentales de poder se fortalecen poco a poco —dijo Mono.

—Por lo que me cuentas, puedo ver que eres un hijo bueno y abnegado y tu devoción será sin duda recompensada. Lo único que te pido es que me enseñes dónde vive el inmortal, pues me gustaría mucho visitarlo.

Cuando llegué a la orilla del bosque —explicó Mono—, te oí cantar: “Aquellos con quienes me topo por la vida son todos inmortales y desde sus callados asientos explican las escrituras de la Corte Amarilla”. Esas escrituras son secretas; son textos taoístas. ¿Qué puedes ser sino un inmortal?