—Mamá, ¿esta ciudad existe? —preguntó Deq a Nura.
¿Qué podíamos responder?
Me habría gustado abrazar a mi sobrino y explicarle que hacía diecinueve años que aquella ciudad había dejado de existir. Ya no había ni rastro de aquellas escuelas, de aquellas casas, de aquellos barrios, nada.
La guerra lo había destruido todo, solo quedaron escombros. Ahora había otras cosas, pero no las que estaban en el mapa. Esas solo permanecían en los recuerdos, en las fotos antiguas, en las historias, en las páginas de internet en blanco y negro. No, ya no existe nada de eso. Pero nadie tiene valor para decírtelo. Eres un niño. Eres guapo. Nadie de los aquí presentes sabe cómo decir algo tan terrible a un niño tan guapo.