«Ruth parece una chica como cualquier otra. Trabaja como periodista, vive sola, tiene una vida social activa y tomó una decisión: escribir sobre lo mal que le fue en el amor como un ejercicio redentor. Desde un presente en blanco, llena sus días con rutinas interrumpidas a cada rato por hechos insólitos, mientras recuerda su malograda historia con Félix, un chico inconstante laboral y emocionalmente, que la adulaba y destrataba por igual. Es que no consigue entender por qué se enganchó tanto hasta destruir la poca estima que le quedaba y para eso necesita revisar su pasado, ir bien atrás. Ahí está la diferencia: en su manera peculiar de hurgar.
Ex amantes huidizos, amigas no siempre dispuestas a dar un consejo práctico, soledad y más soledad, fomentaron en ella una autoconsciencia dislocada y meticulosa. Una voz hiperventilada con arritmias leves, experta en diagnósticos equivocados que ponen su percepción de la realidad en aprietos, volviéndola inquisitiva con sus deseos, miedos y dilemas. Ahora sabe que puede ganar una guerra (la que se declaró a sí misma) con tan solo reírse de sus miserias.
Melina Dorfman se propone representar formalmente los engranajes de la mente intrincada de la protagonista, con repeticiones y dialécticas que consolidan la lectura de un camino personal oscilante entre un derrotismo eufórico y un optimismo melancólico.
Esta es la primera novela de una autora que se coloca en la fila de las que ponen el foco en pensar situaciones cotidianas para llevarlas a un punto hilarante de engañoso aspecto autobiográfico, como Lydia Davis y Claire-Louise Bennett. No se sabe si es de aprendizajes o de verificaciones intuitivas pero lo cierto es que nos fuerza, como lectores, a una constante puja entre el deslumbramiento y el escepticismo» (Dani Umpi).