Una verdad mortal

Maud imaginó por un momento la expresión de Robin si hiciera amistad con una heredera y la llevara a casa para que se casara con él. En ese momento, todos en la mesa estaban concentrados en disimular mientras miraban hacia la mesa

–No, no les debo nada. Pero si tengo que formarme a mí misma todos los días, con cada elección que hago, entonces, quiero tomar las decisiones de las que no me arrepentiré al mirar atrás al final de mi vida.

–La señora Sinclair dice que debes mirar al mundo y decir si puedes vivir con él o no. Y si no puedes, decides qué estás dispuesta a hacer al respecto.

–O no es más que un ladrón corriente que cayó en una trampa que era para mí. Y es la tercera persona que irrumpe en mi camarote en tres días. Debería cobrar entrada.

Porque cuando estás en una habitación, no quiero mirar a nadie más.

si todos la mirarían de todas formas, bien podía darles algo digno de admiración.

Elizabeth era demasiado vieja para salir a vengar un asesinato, pero lo haría de todas formas, por supuesto, aunque sus huesos estuvieran demasiado frágiles para contener la ira que la impulsaba

En tanto tenga vida, puedo decidir qué hacer con ella.

Elizabeth aferró el relicario de plata y contuvo con dolor el impulso de maldecir a los muertos por morir.

Los hombres nunca aprenderán a comportarse si te disculpas con ellos.