Entre tonos de gris

¿Se han preguntado alguna vez cuánto vale una vida humana? Aquella mañana, el precio de la vida de mi hermano fue un reloj de bolsillo.

Algunos de los alumnos se habían quejado antes de ir. ¿Cómo podían quejarse de una excursión a un museo de arte? Yo llevaba meses esperando impaciente a que llegara ese gran día.

Quizá solo piense que merece morir

Tiene que ser en un lugar que recordemos –le dije–. Porque luego, cuando podamos hacerlo, nos llevaremos su cuerpo a Lituania

Son las escrituras de vuestra casa y vuestras propiedades en Kaunas –me dijo la señora Rimas

Pero las había guardado, para volver a Lituania vistiendo ropa limpia

Una parte de mí se sentía culpable. ¿Era egoísta querer vivir aunque mis padres hubieran muerto

Quería ver crecer a mi hermano

era huérfana, estaba en Siberia

Qué era más difícil, morir o ser el que sobrevive