Una pérdida eterna

Estos hombres y mujeres múltiples se apropiaron de este acontecimiento extraordinario y nos recuerdan que la muerte no es solo ritual y que es también una desdicha. En el extenso velorio de Eva, multiplicado en distintos espacios locales de Argentina, expresaron el dolor por la pérdida, también su temor y zozobra porque sus vidas transcurrirían sin Eva, y modelaron un espectáculo sensorial que fue también una experiencia íntima.

impulso ostentatorio y didáctico del Gobierno no debe opacar la flexibilidad y la polisemia que acompañó todo el proceso ritual. En parte por la dinámica propia del evento, en virtud de la heterogeneidad de las personas que participaron y le dieron forma, en parte también porque el Gobierno no parece haber previsto cabalmente la escala de la movilización y de la conmoción popular que la muerte de Evita iba a generar.

La muerte de Eva puso en marcha una fascinante representación ritual de valores y emociones unificadoras con la intención de contrarrestar el golpe y el efecto devastador que implicaba la desaparición.

Illouz, este antagonismo altera las nociones habituales de justicia.

resentimiento fue una emoción que les permitió canalizar sus formas de organización, de acción y de resistencia. Eva Illouz sostiene que el resentimiento define el yo político a la luz de las heridas que le han sido infligidas.17 Los antiperonistas durante mucho tiempo compartieron el sentimiento de ser víctimas del peronismo, de ser humillados por un movimiento político y un Gobierno que combatieron muy tempranamente

rigidez con que el peronismo en el poder buscó imponer las normas y expresiones emocionales no solo a quienes integraban “su comunidad emocional”, sino al resto de la sociedad, limitó la libertad emocional, generó sufrimiento y profundizó la descripción del peronismo como un régimen emocional en la medida en que, siguiendo a William Reddy, buscaba gobernar la experiencia y la interpretación de los sentimientos de toda la población argentina.

oponentes políticos elaboraron su identidad en diálogo con la ideología oficial, apelando a los estereotipos de clase, género y raza, que si bien no eran nuevos en la historia argentina adquirieron un componente más desembozadamente femenino y poco viril y mostraron cómo mediante las emociones que usaban para describir y valorar a los peronistas se diferenciaban de ellos, construían poder político, y sumaban argumentos que legitimarán su acción golpista y finalmente exitosa. El Libro negro de la segunda tiranía, publicado en 1958, que contenía el listado de adjetivos denigratorios hacia el peronismo, condensa lo que ya venían escribiendo los opositores, como pusimos en valor en el último capítulo de este libro, pero en el nuevo contexto político en que es publicado contribuyó a legitimar la prohibición y la imposición del silencio del peronismo proscripto.16

Estas diversas experiencias de humillación se agravaron, sostiene Seveso, por una sensación de pérdida y desesperación, ya que las identidades individuales y, en términos más generales, el estatus de clase, las relaciones sociales y la cultura laboral estaban ligados al régimen peronista y eran posibles gracias a él.14 P

del peronismo, pues reconocer como “auténticos” y legítimos los dolores populares era otra forma de dignificación y reconocimiento.

feminización de las y los “adictos” y de la multitud doliente —por sus llantos y resentimientos y su histeria frecuente— desembocaban en un país poco viril que simbolizaba y se achacaba a la capacidad de daño político y cultural del peronismo