El fin de las sociedades -la situación postsocial— es resultado de la pérdida de contenido y el consecuente proceso de debilitamiento de las instituciones sociales. Partiendo de esta premisa, el autor se aboca a dar una interpretación sociológica a la crisis de 2008, mostrando cómo, a raíz de ésta, emerge un desdoblamiento cada vez más acusado entre, por un lado, el control de los recursos y, por el otro, los valores culturales. Ante la destrucción de la sociedad y el vaciamiento del yo, Touraine apela a la emergencia de sujetos capaces de resignificarse y de reapropiarse de la colectividad, dando a las instituciones un sentido acorde con el respeto de los derechos humanos.