"Dios nos había escriturado un establo y los veneros del petróleo el diablo", sin duda había aquilatado la importancia económica del oro negro y por otro lado había entendido las fortalezas y debilidades del mexicano, su visión, astucia y su falta de capacidad para administrar, explorar, explotar y preservar una portentosa riqueza que las potencias del orbe, en busca febril de fuentes de energía baratas y accesibles, se arrebatarían entre sí dentro o fuera de la ley, respetando o no fronteras, pautas, convenios y principios de derecho internacional, con tal de hacerse de millones y más millones de dólares o de libras esterlinas y con ello de poderosos y lucrativos detonadores de su desarrollo personal y nacional.