bastó la primera mirada, y dije: «¿Quién es este hombre?». Ésta es precisamente la pregunta que ningún pintor debe hacerse a sí mismo, y yo la hice. Tan arriesgado es hacerla como decirle al psicoanalista que lleve un poco más allá, sólo un poco, su interés por el enfermo: pueden darse todos los pasos hasta el borde del
precipicio, pero a partir de ahí la caída será inevitable, desamparada, mortal.
Toda la pintura se debe hacer desde el lado de acá, y creo que también el psicoanálisis.