¿Crees tú, cuyos sentidos de lo alto son iluminados, que la creación que, lenta y por grados, se eleva hacia la luz, y en su marcha etérea hace que luzca con mayor claridad menos materia y mezcla más instintos al monstruo decreciente, crees que esta vida enorme, que imponente de soplos llena el follaje y de luces la cabeza, que va de la roca al árbol y del árbol a la fiera, y de la piedra a ti asciende insensiblemente, sobre el abismo se detiene bruscamente?
No, ella continúa, invencible, admirable, entra en lo invisible y en lo imponderable, y desaparece para ti, carne vil, llena el cielo puro de un mundo deslumbrante, espejo del oscuro, de seres vecinos al hombre y otros que se alejan, de espíritus puros y videntes cuyo esplendor reflejan, de ángeles hechos de rayos como el hombre de instintos.
VÍCTOR HUGO, Lo que dice la boca de sombra