El árbol de las cerezas

—Encuentra tu rosa, Mafalda. Lo que para ti es esencial. Una cosa que puedas hacer sin ojos.

Yo sé que algo no va bien. Aunque solo tenga nueve años, me doy cuenta de todo.

la necesidad de abrazar algo caliente y blando.

La oscuridad es una habitación sin puertas ni ventanas, llena de monstruos que te atrapan y te comen en silencio.

Pero a mí no me da miedo: yo la oscuridad la tengo dentro de los ojos.

La oscuridad es una habitación sin puertas ni ventanas, llena de monstruos que te atrapan y te comen en silencio.

—¿A ti también te gusta pasar miedo?

—¡Sí!

—¿Y eso por qué?

—No lo sé, ¿a ti por qué te gustaba?

—Porque así estaba segura de seguir viva. Si sentía miedo.

A ti también te gusta pasar miedo?

—¡Sí!

—¿Y eso por qué?

—No lo sé, ¿a ti por qué te gustaba?

—Porque así estaba segura de seguir viva. Si sentía miedo.

El humo de las velas se me mete en los ojos. Los cierro, pensando en mi deseo, pero de repente me entra miedo. Abro los ojos muy despacito, y ahí sigue la oscuridad.

Tengo que calmarme. Es que no me he despedido siquiera de «Óptimo Turcaret», no sé dónde está… Lo único que sé es que no volveré a verlo, y eso hace que se me llenen los ojos de lágrimas.

—Quien tiene miedo no vive, Mafalda.