Yo no sé si en buena filosofía estará admitida la influencia de la Fatalidad, yo ignoro esas cosas; pero el hecho es que, sin haber hecho nada que me hubiese acarreado el castigo del cielo, que sintiéndome con una alma inclinada a todo lo noble y bueno, he sido muy infeliz y he visto cernirse siempre la tempestad de la desgracia sobre mi humilde cabaña, al mismo tiempo que he visto brillar el cielo con todas sus pompas sobre el palacio del malvado, que se levantaba frente a mí, insolente en medio de su fortuna