bookmate game
Mario Vargas Llosa

La Fiesta del Chivo

Уведоми ме, когато книгата е добавена
За да прочете тази книга, качете я във формат EPUB или FB2 в Bookmate. Как се качва книга?
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    En su habitación, comienza a hacer su maleta, pero, al poco rato, va a sentarse junto a la ventana, a ver las estrellas lucientes y la espuma de las olas. Sabe que no pegará los ojos y que, por tanto, tiene todo el tiempo del mundo para terminar con la maleta.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Antes de entrar al hotel, Urania espera que el viejo automóvil de su prima se pierda en el malecón George Washington, con el fondo de una fila de olas ruidosas y blanquísimas. Entra en el Jaragua, Y, a mano izquierda, el casino y la boite contigua son un ascua: ritmos, voces, música, las máquinas tragaperras y exclamaciones de los jugadores en la ruleta.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Sister Mary encontró soluciones para todo y fue un dechado de discreción. Desde los primeros auxilios, en la enfermería del colegio, para cortarle la hemorragia y aliviarle el dolor, hasta, en menos de tres días, movilizar a la superiora de las Dominican Nuns y convencerla de que, festinando trámites, concediera a Urania Cabral, alumna ejemplar cuya vida corría peligro, aquella beca para seguir estudios en la Siena Heights University, en Adrian, Michigan.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Por la ventanita del jardín, refulgen las estrellas en la apacible noche dominicana. ¿Eran otros tiempos? Oleadas de brisa caliente entran al comedor de rato en rato y agitan las cortinillas y las flores de un macetero, entre estatuitas de santos y fotos de familia. «Eran y no eran», piensa Urania. «Todavía flota algo de esos tiempos por aquí.»
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Estudiaste en la mejor universidad, has tenido éxito en tu carrera. Tienes un hombre que te hace feliz y no te estorba tu trabajo…
    Urania la palmea en el brazo y niega con la cabeza. El loro calla y escucha.
    —Te mentí, no tengo ningún amante, prima —sonríe a medias, la voz aún quebrada—. No lo he tenido nunca, ni lo tendré. ¿Quieres saberlo todo, Lucindita? Más nunca un hombre me volvió a poner la mano, desde aquella vez. Mi único hombre fue Trujillo. Como lo oyes. Cada vez que alguno se acerca, y me mira como mujer, siento asco. Horror. Ganas de que se muera, de matarlo. Es difícil de explicar. He estudiado, trabajo, me gano bien la vida, verdad. Pero, estoy vacía y llena de miedo, todavía. Como esos viejos de New York que se pasan el día en los parques, mirando la nada. Trabajar, trabajar, trabajar hasta caer rendida. No es para que me envidien, te aseguro. Yo las envidio a ustedes, mas bien. Sí, sí, ya sé, tienen problemas, apuros, decepciones. Pero, también, una familia, una pareja, hijos, parientes, un país. Esas cosas llenan la vida. A mí, papá y Su Excelencia me volvieron un desierto.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    La miraba con sorpresa y odio, como a una aparición maligna. Rojos, ígneos, fijos, sus ojos la helaban. No atinaba a moverse. La mirada de Trujillo la recorrió, bajó hasta sus muslos, saltó a la colcha con manchitas de sangre, y volvió a fulminarla. Ahogado de asco, le ordenó:
    —Anda, lávate, ¿ves cómo has puesto la cama? ¡Vete de aquí!
    —Un milagro, que me dejara salir —reflexiona Urania—. Después de haberlo visto desesperado, llorando, quejándose, apiadándose de sí mismo. Un milagro de la patrona, tía.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    —Basta de jugar a la muertita, belleza —lo oyó ordenar, transformado—. De rodillas. Entre mis piernas. Así. Lo coges con tus manitas y a la boca. Y lo chupas, como te chupé el coñito. Hasta que despierte. Ay de ti si no se despierta, belleza.
    —Traté, traté. Pese al terror, al asco. Hice todo. Me puse en cuclillas, me lo metí a la boca, lo besé, lo chupé hasta las arcadas. Blando, blando. Yo le rogaba a Dios que se parara.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Para sentirse colmado, le bastaba que tuviera el coñito cerrado y él pudiera abrírselo, haciéndola gemir —aullar, gritar— de dolor, con su güevo magullado y feliz allí adentro, apretadito en las valvas de esa intimidad recién hollada. No era amor, ni siquiera placer lo que esperaba de Urania. Había aceptado que la hijita del senador Agustín Cabral viniera a la Casa de Caoba sólo para comprobar que Rafael Leónidas Trujillo Molina era todavía, pese a sus setenta años, pese a sus problemas de próstata, pese a los dolores de cabeza que le daban los curas, los yanquis, los venezolanos, los conspiradores, un macho cabal, un chivo con un güevo todavía capaz de ponerse tieso y de romper los coñitos vírgenes que le pusieran delante.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Estaremos más cómodos. Vas a descubrir una cosa maravillosa. El amor. El placer. Vas a gozar. Yo te enseñaré. No me tengas miedo. No soy la bestia de Petán, yo no gozo tratando a las muchachas con brutalidad. A mí me gusta que gocen, también. Te haré feliz, belleza.
    —Él tenía setenta y yo catorce —precisa Urania, por quinta o décima vez—. Lucíamos una pareja muy dispar, subiendo esa escalera con pasamanos de metal y barrotes de madera. De las manos, como novios. El abuelo y la nieta, rumbo a la cámara nupcial.
  • Rafael Ramosцитирапреди 16 дни
    Pero, aquel beso no se parecía a esto: el bigotito mosca de Su Excelencia le arañaba la nariz, y, ahora, su lengua, una puntita viscosa y caliente, forcejeaba por abrirle la boca. Resistió y luego separó labios y dientes: una viborilla húmeda, fogosa, entró con furia a su cavidad bucal, moviéndose con avidez. Sintió que se atoraba.
    —No sabes besar, belleza —le sonrió Trujillo, besándole de nuevo la mano, agradablemente sorprendido—: ¿Eres doncellita, verdad?
    —Se había excitado —dice Urania, mirando el vacío—. Tuvo una erección.
fb2epub
Плъзнете и пуснете файловете си (не повече от 5 наведнъж)