Parece de fiar, contesté, pero en Norteamérica nada lo es. Ese nombre se lo dieron a mi abuelo cuando puso el pie en la isla de Ellis en mil novecientos. Por lo visto, Walshinksky era demasiado difícil para las autoridades de inmigración, así que le pusieron Walker.
Vaya país, observó Born. Funcionarios analfabetos robándole a un hombre su identidad de un simple plumazo.