que existe en todo ser humano, no sólo en escritores y novelistas: la necesidad de contar una historia, de imaginar al otro, de ponerse en la piel del otro es, al final, no sólo una experiencia ética y una gran prueba de humildad, no sólo una buena directriz política, sino, finalmente –que no se entere la enfermera de mi colegio–, también un gran placer