«Glaxo es una fábrica que, como el tren, los cines, las confiterías, los pueblos vecinos, el campo que los rodea, da un anclaje topográfico al relato. El espacio es firme y preciso: aquí la calle de tierra, las casas de los vecinos, los lugares donde se come, los recorridos. El tiempo de la novela, en cambio, está desarticulado en cuatro monólogos de cuatro personajes distintos. Ronsino, con una aplicación que tiene mucho de desafiante, escribe sobre lo que no se usa; lejos de la moda, busca una idiosincrasia de estilo, un rasgo que le sea propio.» Beatriz Sarlo