Pietro Citati

odos aquellos que conocieron a Katherine Mansfield en los años de su breve vida tuvieron la impresión de descubrir a una criatura más delicada que otros seres humanos: una cerámica de Oriente que las olas del océano habían arrastrado hasta las orillas de nuestros mares. «Era encantadoramente distante y tierna, con una media sonrisa en los labios.

Como en el hada de la poesía juvenil, había en ella algo tan frágil, tan vulnerable que una palabra, un gesto, el mínimo soplo de viento o simplemente la luz bastaban para ofenderl

Virginia Woolf escribió: «La mujer inescrutable permanece inescrutabl

sa hostilidad hacia el hombre, esa extrañeza ante la vida, esa pertenencia a mundos misteriosos y remotos que pueden ser tan propios de un animal como de un escritor

Consideraba que jamás deberíamos hablar de nosotros con nadie, pues si hablamos, los demás irrumpen enseguida y pisotean como vacas la hierba de nuestro jardín.

qué insistes en negar tus emociones? ¿Te avergüenzas de ellas?», pregunta alguien a uno de los personajes de sus cuentos. El personaje (es decir, Katherine Mansfield) responde: «No me avergüenzo en absoluto, pero las tengo guardadas en un cajón y las saco sólo de vez en cuando, como los tarros de mermelada muy especiales, cuando la gente que aprecio viene a tomar el té

cosido, como hacía mamá. Al dar cada puntada, es mi corazón el que empuja la aguja. Horrible. Pero ¿existe, entonces, algo más horrible aún que la realidad? ¿Y es eso lo que me asusta tanto?»

Potocki extrajo de sus experiencias políticas una hermosa sentencia que yo querría ofrecer como un talismán al lector de hoy: «Por todas partes veréis más mal que bien, pero en ningún sitio veréis el mal sin la mezcla de un poco de bien, y esto debe bastarle al sabio para consolarlo de la vida»