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Iñaki Garrido

  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    —Estos son tiempos horribles. Somos todos como niños pequeños que no sabemos qué hacer ni dónde escondernos. Nada nos sirve ya. No nos sirven las palabras de los ancianos, ni la voz de nuestros dioses. Ellos nunca conocieron nada parecido. Y ahora tampoco tenemos gobernante. Son tiempos aciagos en que los mexicas quieren matar a su propio rey.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Esa noche, cuando me acosté de nuevo entre mis compañeros y cerré los ojos, volví a ver los edificios de piedra, las ropas con mucha tela, las barbas de los hombres del libro. Ese era un mundo del que nadie me había contado nada antes
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Mientras el gran sacerdote hablaba recordé que en la fiesta de Xilonen comíamos los jilotes tiernos que crecían en las milpas, y los pobres recibían alimento para que no sufrieran más hambre. Era una fiesta alegre, pues celebrábamos que tendríamos comida, que podríamos seguir viviendo un año más.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Pensaba mucho en esas pinturas. Las veía una y otra vez y luego las recordaba por las noches, antes de dormirme. En verdad la historia de ese pueblo era como la historia de nuestro pueblo, los mexicas. Nosotros también tuvimos que atravesar el desierto y fuimos guiados por un hombre que hablaba con nuestro dios, Huitzilopochtli. Él nos trajo a nuestra tierra, México, una tierra abundante y rica en la que crecían las plantas y vivían las aves. Nosotros también vimos cómo unos extraños destruían el templo de nuestro dios.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Pronto muchas personas más enfermaron y se cubrieron de granos. Todos morían. A esta enfermedad que nunca habíamos visto la llamamos cocoliztli , la comezón, porque los enfermos no dejaban de rascarse y de sufrir. Años después, hijos míos, aprendí que los españoles la llaman viruela y que ellos tampoco pueden hacer nada para curarla
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Entonces cerré los ojos y pedí ir al Tlalocan, donde nunca falta el agua ni los alimentos, donde todos pasan el tiempo jugando y se han olvidado del dolor; pensé que ahí nunca más tendría que estar en una guerra, que nunca más me enfermaría. Pensando en mi muerte me quedé dormido.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Cada vez que escuchaba las burlas de los tlatelolcas, hijos míos, me preguntaba si no tenían razón. En verdad parecía que los de Tenochtitlan estábamos vencidos: ya no teníamos hogares, ya no teníamos templos, nuestras familias estaban perdidas entre extraños, sin un techo para protegerlas de la lluvia.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Mientras tanto, los enemigos no dejaban de atacarnos. Ahora querían entrar hasta la plaza del mercado de Tlatelolco. Era una plaza tan grande como la plaza del gran templo y en ella dormían muchas familias tenochcas, por lo que los españoles y sus aliados querían hacer una masacre tan grande como la que habían hecho en Tenochtitlan. Por eso atacaban todos los días y disparaban sin cesar sus cañones contra nuestra gran albarrada.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Jamás me he sentido tan solo y triste como esa noche, hijos míos. No tenía una casa adónde ir y tampoco encontraba a mi familia, no podía saber si mi padre y mi madre estaban vivos todavía. Quizá habían muerto de hambre y estaban tirados en alguna calle. Quizá ahora mismo mi propio hermano me maldecía por cobarde desde su nueva casa en el cielo. ¿Por qué no había sabido protegerlo bien? ¿Por qué no habíamos sabido cuidar nuestro barrio y nuestra ciudad? Todos nuestros esfuerzos habían sido en vano: nuestro barrio estaba destruido, Tenochtitlan ya no existía. ¿Qué podíamos hacer para que los extraños se fueran y nos dejaran vivir de nuevo en paz? Mi maestro el gran sacerdote también había muerto y era como si hubiera olvidado todo lo que me había enseñado. ¿Hacía cuánto tiempo que no ofrendaba mi sangre para nuestro Señor Xipe? ¿Hacía cuánto tiempo que no veía el sol salir por las montañas? Ya no sabía qué sentían los dioses. Ya no sabía qué pasaría con el maíz.
  • Yatzel Roldánцитирапреди 2 години
    Y cuentan los de Tlatelolco que ahora su ciudad está llena de fantasmas que vagan por las calles, asustando a los niños y a las mujeres; por eso es peligroso salir de noche, los fantasmas pueden robarle el alma a cualquiera. No tienen descanso porque no los sepultaron como debían, nadie recogió sus cuerpos, nadie lloró su muerte, nadie juntó leña para quemar sus cuerpos. Por eso para ellos la guerra no ha terminado ni terminará nunca.
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