Pensaba mucho en esas pinturas. Las veía una y otra vez y luego las recordaba por las noches, antes de dormirme. En verdad la historia de ese pueblo era como la historia de nuestro pueblo, los mexicas. Nosotros también tuvimos que atravesar el desierto y fuimos guiados por un hombre que hablaba con nuestro dios, Huitzilopochtli. Él nos trajo a nuestra tierra, México, una tierra abundante y rica en la que crecían las plantas y vivían las aves. Nosotros también vimos cómo unos extraños destruían el templo de nuestro dios.