Cada vez que lo leía decidía no reincidir nunca más, pero la revista ejercía una terrible fascinación sobre mí. Detestaba las fotografías de esas mujeres estereotipadas creadas por los hombres de la prensa, probablemente porque yo ya nunca volvería a ser así y sentía una dolorosa añoranza ante la idea de estar perdiendo algo que, de todos modos, en realidad nunca había deseado.