Los colonizadores europeos estaban convencidos de su superioridad. Pensaban que la conquista de otros continentes no solo era una consecuencia lógica de su supremacía militar, sino que además estaba asociada a una preeminencia cultural, moral e incluso, para algunos, biológica. Por lo tanto, para ellos, obligar a los pueblos colonizados a abandonar su cultura, a «modernizarse», se consideraba algo positivo. Y por eso, en mayor o menor medida, fueron obligados a «aculturarse», esto es, a modificar su forma de vida para adaptarse a las exigencias de los colonizadores.