Mariana Torres Jiménez

  • Marcia Ramosцитираминалата година
    Los niños son tierra formada, levantada, en pleno crecimiento vertical, verde y llano. No había ni una leve nota de duda en su voz, quería volver a la tierra, era seguro. Me giré. Era muy pequeño, casi todo él cabía debajo de esa enorme gorra roja
  • Marcia Ramosцитираминалата година
    Cuando despertó no sabía qué le dolía tanto. Las costuras recién apretadas se resintieron al apoyar la niña todo su peso en ellas. En seguida aprendió la niña a mantener el equilibrio sobre los pies cosidos
  • Marcia Ramosцитираминалата година
    tenido también un árbol dentro y el niño se creyó a pie juntillas la historia. Lo cierto es que el doctor lo hizo muy bien, se inventó un personaje muy coherente, aprovechando esa cara de helecho que tenía, esa barba que parecía
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    fondo nada, todo blanco.

    En la cabeza de la mujer su boca abierta, tan abierta para ser suficiente, para sacar de ella un hilo de tendones de los que cuelgan, como ropa puesta a secar, sus órganos internos. En el aire, tendidos los órganos desde su boca hacia fuera, los dos pulmones, el corazón, el estómago, el páncreas y los intestinos doblados. Todo ello estático, congeladísimo en medio de la nada.

    Y sin caerse.
  • Alicia M. Maresцитирапреди 2 години
    Descubrimos a los pájaros golondrina cuando volaban hasta el límite del invierno. Una línea blanca en el cielo, finísima. Como si alguien la hubiera trazado con un punzón helado.
  • Alicia M. Maresцитирапреди 2 години
    El corazón me sabe a garganta pulida algunas noches sueltas.
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    Hasta que, de repente, dejó de nevar. Entonces detuviste el motor. El mundo parecía recién inventado. Los árboles de copas cargadas, las antenas finas de los coches, casi cubiertas, el cascarón de las farolas. Todo aquello debajo de la nieve, sin preguntas. Callado.
  • Alicia M. Maresцитирапреди 2 години
    El viaje es largo y el vagón está inundado de un calor apelmazado, anestesiante.
  • Alicia M. Maresцитирапреди 2 години
    Lo último que podían imaginar era que el niño tuviera una piedra corazón.

    Y eso que, al latir, casi podía verse a través de su piel translúcida. Se la veía bombear, algo más despacio que otros corazones. Era un bombeo fuerte, rítmico, casi tonal. Dormir con el niño al lado era como dormir con un reloj grave y cadencioso robado de otro tiempo.
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