😭😭😭😭 creo que no recuerdo la última vez que lloré tanto con una historia tan bonita, tan realista y profunda. Colonialismo, aprendizajes ancestrales y la fortuna que tenemos de ser seleccionados por los perros para ser sus compañeros, no al revés. Regálate esta belleza de historia 🥺😭🥹
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¡Qué gran libro! Uno de los que más he disfrutado en los últimos años.
No recuerdo cómo fue que llegué a este libro, pero si recuerdo que avivó en mi aquel destello de imaginación que en la infancia me hizo enamorarme de los libros, sentí lo mismo que cuando descubrí aquel ponche de los deseos de Ende y cuando leía Momo por enésima vez, este libro les compite muy dignamente.
Recién me voy enterando que Luis Sepúlveda prometió un día a sus hijos escribir una historia sobre lo mal que gestionamos los humanos nuestro entorno, lesionando la naturaleza y lesionándonos a nosotros mismos, fue así que escribió la historia de Zorbas, un gato 'grande, negro y gordo', cuyo inquebrantable sentido del honor le conduce un día a comprometerse a criar un polluelo de gaviota; la gaviota en cuestión es sumamente hermosa pero desafortunada, porque se ve atrapada por una ola de petróleo vertido en el mar por un buque varado, su anhelo de vivir se sobrepone a la tragedia y ella se ve impulsada a dejar la vida en su último vuelo para dejar su huevo a resguardo de aquel gato.
Zorbas es un gato muy interesante, como lo son sus amigos que aparecen en esta novela: Secretario, Sabelotodo, Barlovento y Colonello, gatos audaces y vivaces que le ayudarán a cumplir su promesa, a pesar de ser gatos más acostumbrados a hacer frente a la dura vida en un puerto como el de Hamburgo, ejercen una crianza desafiante y brutalmente enternecedora.
Muy bueno
Me encanto!!
Me encantaron los relatos
Luis Sepúlveda ganó con esta novela los premios Tigre Juan (1988), France Culture Etrangêre (1992) & el Premio Relais H d'Roman de Evasion (1992), luego escribiría el guion para la adaptación cinematográfica de la mano del director australiano Rolf de Heer, protagonizada por Richard Dreyfuss, Timothy Spall, Hugo Weaving y Victor Bottenbley, es de 2001, dura 1h 55m y no está en ninguna plataforma.
"Un viejo que leía novelas de amor" es un título suficiente para una historia tan corta, pero tan llena de vida; Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos aprendió a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan. Tras darse cuenta de que, sin poder explicar muy bien donde lo aprendió, podía leer, le encarga a su amigo Rubicundo Loachamín, el único dentista que frecuenta la zona dos veces al año, novelas de amor para pasar sus días de vejez.
Desafortunadamente, una de sus tantas habilidades aparte de imaginar Venecia, Roma o París, es la de cazar al tigre como ningún blanco jamás podrá hacerlo, porque el hombre blanco desconoce la ley de la selva y cree que armado hasta los dientes es un rival desmesurado frente a la vegetación inerte de la selva. Un error terrible.
Como él, yo quería gritar, "pero los roedores del pánico me destrozaban a dentelladas la lengua", yo quería correr, "pero las delgadas serpientes voladoras me ataban las piernas", hubiera querido ver el cuadro aquel dónde Antonio estaba al lado de Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñán Otávalo, pero tuve que recetarme la inconsciencia humana, la sin razón, eso sí, con un lenguaje de río cristalino, verdoso y brumoso, pero fresco y con aroma selvático.
Las aventuras y las emociones del viejo Bolívar Proaño difícilmente escaparán a mi memoria, tampoco saldrán "de su choza y de sus novelas que hablaban del amor, con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana"
Hermosa historia sobre el valor de la lealtad, la vida y la fraternidad.
"Una fábula emotiva y edificante para jóvenes de 8 a 88 años." Por supuesto que invita a leer, no diré que es malo, pero la historia del caracol (previamente leída) es sumamente superior.
Debe ser sumamente difícil para un perro pastor alemán que vive al servicio de un grupo humano, no añorar la libertad que conoció como cachorro. Y, sobre todo, no sentir nostalgia por todo lo que perdió en sus vivencias con los mapuches, los indios de la Araucanía en Chile.
Admito que también me encariñé con Aukamañ, el niño indio que era como un hermano para él, un niño del que aprendió a respetar a la naturaleza y a todas sus criaturas; ahora, obedece las órdenes de aquellos para los que trabaja, quienes lo mandan a la cacería de animales y fugitivos. Leal, el perro, demostrará que su valor, su lealtad y su nombre, reverberarán en las montañas.