Eiji Yoshikawa

Piensa como gustes. Hay personas que mueren permaneciendo vivas y otras que alcanzan la vida al morir.

Takezō yacía entre los cadáveres, que se contaban por millares.

«El mundo entero se ha vuelto loco —pensó nebulosamente—. Un hombre podría compararse a una hoja muerta arrastrada por la brisa otoñal.»

Él mismo parecía uno de aquellos cuerpos sin vida que le rodeaban. Trató de alzar una mano, pero sólo pudo levantarla unos pocos centímetros del suelo. No recordaba que jamás se hubiera sentido tan débil. Se preguntó cuánto tiempo llevaría allí.

Los cincuenta años del hombre

no son más que un sueño espectral

en su viaje a través de

las eternas transmigraciones.

Cierta vez un poeta escribió que «en el lugar donde ha nacido un héroe, las montañas y los ríos son frescos y claros».

Si tuviera tiempo

la encontraría en la orilla de Sumiyoshi.

Dicen que llega allí…

la concha que trae

el olvido del amor.

Musashi no temía morir, pero su objetivo era ganar definitivamente, no sólo sobrevivir, y estaba intentando adquirir la confianza necesaria para ello. Que otros muriesen heroicamente si así lo querían. Musashi no se conformaría con nada menos que una victoria heroica.